Bajo la bandera de la hoz y el martillo, la antigua Unión Soviética mantenía una considerable flota mercante por todos los mares, si bien es cierto que básicamente en contacto con los puertos de países de su orbita, mucho en la pesca, y también en el trafico de pasajeros, de los que poseía una flota en gran medida susceptible de uso militar en caso de trasporte de tropas.
Uno de sus buques de pasaje más conocido fue el IVAN FRANKO, que en su día era asiduo visitante de los muelles de Tenerife y Las Palmas y en sus viajes a Cuba, isla que mantenía este vínculo con Rusia.
Construido en 1963 en Wismar, fue asignado en sus principios a cubrir la línea de Leningrado a Montreal, en él viajaban aquellos siniestros personajes pertenecientes a su cuerpo diplomático, marineros a los que no se les permitía salir solos, siempre en grupo, comisario político de rigor y todo el folklore de aquellos siniestros tiempos.
Posteriormente efectuó todo tipo de funciones logísticas, principalmente a Cuba, salteadas con cruceros para los obreros que mejor nota sacaban, que no se apuntaban horas y renunciaban a la productividad, que era lo correcto, y así hasta que la nueva Rusia se fue con el chiringuito al garete, y este buque fue vendido.
Con una corta vida como crucero con bandera de conveniencia, creo recordar que su último nombre fue MARCO POLO, y sus restos deben de estar en algún chatarrero de Extremo Oriente.
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